Se nos está haciendo mayor y casi ni nos hemos dado cuenta. Desde que cumplió los 18 no ha dejado de ser una presencia constante en series y películas de éxito, y a punto de cumplir los 30, cree vivir un momento clave, tanto personal como profesional.
Solo se viste de gala en ocasiones puntuales –“en estrenos y en fechas como Nochebuena y Nochevieja, sobre todo por mi madre, que dice que debo ir guapo”–, y este reportaje lo merecía. “A uno siempre le gusta verse bien”, afirma. Aquí Mario interpreta la versión más sofisticada de sí mismo. “Siempre hay un personaje detrás de cualquier sesión o cualquier acción que tienes que hacer para promocionar una película, no eres tú, pero entiendo que para parte del público vende más que Mario sea así. Aunque no me siento identificado con esa imagen”. Cualquiera lo diría viendo la soltura con la que posa. “Si me propusieran reportajes más naturales, en los que tuviera que hacer el tonto, sí me vería reflejado. Mis colegas, cuando ven reportajes en los que tengo que hacer de seductor sexy, me mandan las fotos por whatsapp para reírse de mí”. Pero no discute que seducir al público siempre está bien. “Aunque más que seductor, me considero pillo. Soy un tío echao p’alante que en mi vida no me ha importado seducir ni que me seduzcan”.
No disimula que está por la labor de un cambio de registro, sobre todo en su proyección pública. “Aún soy joven, y entiendo que se me pidan ciertas cosas porque venden. Pero lo que tengo que probar poco a poco es que puedo hacerme otro sitio”. En 2009 dio la primera pista de que había mucho potencial por explotar más allá de Los hombres de Paco. Albacete y Menkes apostaron por él para interpretar al gay Toni en Mentiras y gordas, un trabajo en el que demostró una sensibilidad hasta entonces nunca vista. Lástima que la mayor parte de la crítica se limitara a machacar la película y considerarla un producto para adolescentes. Cuatro estrenos entre 2012 y 2013 sirvieron para evidenciar los esfuerzos de Casas por no encasillarse como galán ‘teen’: Grupo 7, Ismael, La mula y Las brujas de Zugarramurdi. “Y sin tener que quitarme la camiseta”, apunta.
También enseñó mucho pectoral en dos películas clave de su carrera. En 2010 estrenó Tres metros sobre el cielo, y dos años después su secuela, Tengo ganas de ti. Con ellas se consolidó su alianza con Fernando González Molina, que ya le había dirigido en Fuga de cerebros, y H se convirtió en un personaje definitivo para elevarle al altar de los ídolos para adolescentes. Mario habla maravillas de Fernando, es uno de sus mejores amigos y aliado indispensable en su carrera. No solo le ha ofrecido grandes oportunidades, también han compartido grandes varapalos de los críticos. “¡Nos dan caña a él y a mí a la par, somos un pack!”, y se echa a reír al verbalizarlo. “Hemos hablado en muchas ocasiones de los prejuicios que parte de la crítica tiene hacia nosotros, a juzgar por cómo han tratado Tres metros... y Tengo ganas...”.
No ser niños mimados de la crítica no les ha quitado el sueño ni las ganas de de trabajar juntos. En cuanto a González Molina le ofrecieron dirigir la adaptación del best-seller Palmeras en la nieve, de Luz Gabás, tuvo claro a quién quería como protagonista masculino. Y en cuanto Mario leyó el libro, se enamoró de Kilian, su personaje. “Aquí no estamos acostumbrados a este tipo de película épica. Cualquier actor querría estar en una aventura así”. No se imaginaba por aquel entonces, hace ya tres años, hasta qué punto se convertiría en una aventura para él.
González Molina apostó por su amigo para encarnar a un héroe romántico que vive una apasionada historia de amor imposible con una nativa de la isla de Fernando Poo, en la antigua Guinea Española. Kilian abandona las montañas de Huesca a mediados de los años 50 y viaja con su hermano hacia una tierra exótica en donde les espera su padre (Emilio Gutiérrez Caba) para enseñarles cómo se trabaja en la finca de cultivo de cacao que regenta. Una vez allí, se enfrentan no solo a amores prohibidos, también a las tensiones de un pueblo que empieza a rebelarse contra los colonos. “Me gustaría que toda esa gente que ha criticado nuestras anteriores colaboraciones fuera a ver Palmeras sin prejuicios, porque creo que es una película que habla por sí sola, y que gracias a ella Fernando va a poder acceder a un lugar al que hasta ahora no se le había permitido llegar”.
Palmeras en la nieve es una película-río de vocación épica en la que Mario interpreta a Kilian a lo largo de dos décadas. González Molina le ha servido en bandeja un personaje que termina en la película con 38 años, nueve más que él. “Lo más difícil fue hacerlo cuando tiene 20, porque su madurez me resulta ahora más cercana. Eso me obligó a volver a mis 18, cuando uno lo vive todo más desde la inconsciencia y es más atrevido. Como la película se cuenta a través de Kilian, era importante que todo estuviera en su mirada”.
Para que Mario recuperara su yo adolescente, el director le sugirió “que viera capítulos de la serie SMS, donde interpretaba a un freak muy tierno, que era todo luz”. No disfrutó Mario buscando en el baúl de los videorrecuerdos. “Me vi fatal”, confiesa entre risas. Lo que le ha enseñado su personaje es a no perder la ilusión por vivir nuevas aventuras. “Aunque nos vayamos haciendo mayores, tenemos que seguir buscando, viajando y descubriendo cosas, para no quedarnos atrás”.
Memorias de África... y Colombia
Por lo que cuenta Mario, tanto él como González Molina disfrutaron como enanos durante el rodaje, que tuvo lugar en escenarios naturales de Canarias y Colombia. Aunque el director también le metió caña, que conste. “Muchas veces me utilizaba como foco para liberar su estrés. Es lo que tiene la confianza. Fer es muy nervioso, y su talento explosiona cuando está haciendo lo que le gusta. Pero siempre me ha tratado con mucho respeto”. No cabe duda de que es una suerte que tu director sea tu fan número uno. “Yo siento la misma adoración por él, hemos hecho todo un viaje juntos, tanto personal como profesional. Nos conocemos desde hace diez años y hemos crecido juntos. Tres años después de nuestra última película, me he encontrado a un Fer con ganas de trabajar con personajes más contenidos. Estamos en un momento parecido, en que los dos apostamos por la sobriedad y buscamos nuestro sitio en la profesión”.
El cambio de registro para Mario, convertido en héroe romántico de una historia épica como Palmeras en la nieve, supone un riesgo. “Es cierto que antes de rodar aparecieron inseguridades; uno quiere hacer un buen trabajo y no meter la pata. Por eso trabajamos mucho Fer y yo antes del rodaje; tres meses antes empezamos los ensayos en su casa. Una vez me creí el personaje, lo que me entraron fueron muchas ganas de convertirme en él. El posible miedo se quita trabajando; las inseguridades, no”.
Tiene un componente claro de culebrón la nueva película de Fernando González Molina. Mario Casas ha preferido obviar este detalle. Se emociona hablando de Memorias de África o El paciente inglés, que considera antecedentes de esta, pero no quiere oír hablar de culebrones. “Es que no me gustan nada. A mí me interesa más ese componente exótico del choque entre culturas que se propone en la relación entre Bisilia [interpretada por Berta Vázquez] y Kilian. Ese amor exótico y salvaje entre un europeo y una africana tiene algo muy racial y bello”. Precisamente, la película arranca con una secuencia de sexo protagonizada por ambos, así que Mario Casas sale desnudo de primeras. “Si tengo que seguir haciendo ese tipo de escenas, las haré. Hace poco leí unas declaraciones de Channing Tatum en las que restaba importancia al hecho de tener que quitarse la camiseta en ocasiones, y me identifico por completo”.
Mario se entregó al cien por cien a este proyecto. El viaje emocional de Kilian es muy intenso, y se propuso vivirlo al máximo. Hasta el punto de que durante el rodaje en Colombia, en una zona inaccesible en plena selva, renunció a hospedarse en el hotel y prefirió dormir en una cabaña junto al mar con parte del equipo técnico. “No me considero un actor del método, pero hablando con mi hermana el otro día me decía que inconscientemente sí lo soy. Porque cambio mi forma de vestir, me cambia la personalidad...”. Mario se transforma sin darse cuenta en los personajes que interpreta, y la posibilidad de poder vivir en circunstancias parecidas a las de Kilian le resultaba estimulante. De modo que pasó días casi incomunicado, sin móvil ni wi-fi, y no se arrepiente, al contrario. “Fue una pasada. Son experiencias que te abren la mente y te enriquecen”. Lo suyo no es pose de enrollado, es una actitud que poco tiene que ver con el divismo, del que huye como de la peste. “A mí me gusta estar siempre con mi gente, incluso en los estrenos. Me gusta ir a mi aire, no dejo que me blinden. Son ya diez años de profesión, tengo claro cómo quiero hacer las cosas. Así es como funciono bien; si me metes en una jaula y me intentas aislar, me pongo nervioso. Por eso vivo en El Escorial y piso tan poco la ciudad, porque necesito mi campo, un espacio donde no haya nadie y poder respirar. Esa es mi manera de vivir”.
Fotos, las que quieras
Son muchos años de relación intensa con la popularidad, y resulta admirable cómo la gestiona. Aunque admite que en un primer momento le sobrepasó. “Fue con Los hombres de Paco y Tres metros sobre el cielo. Te llega un boom que no eres capaz de calibrar y asimilar. Te señalan por todas partes, te hacen fotos... y empiezas a sentirte inseguro, no sabes bien qué está pasando. Poco a poco lo vas entendiendo y gestionando”.
Si recuerda en varias ocasiones que pronto cumplirá los 30, también repite en distintos momentos de la conversación que está muy feliz, en todos los sentidos. Incluso tener tan controlados los efectos colaterales de la popularidad le hace estar muy contento. “Comprendo por qué se te acerca la gente. No saben si tienes un mal día, pero muchas veces es su manera de demostrarte su cariño. O simplemente quieren subir una foto a su red social. Es el mundo en que nos ha tocado vivir, y es un error querer luchar contra eso, porque no lo vas a cambiar”.
Clara Lago, que fue su compañera en Tengo ganas de ti, no parece llevar tan bien que sus admiradores quieran hacerse fotos con ella. La polémica que provocaron sus declaraciones en El hormiguero llegaron a oídos de Mario, claro. “Pobre... No vi la entrevista, me lo contaron. Solo te puedo hablar de lo que he visto trabajando con ella, y siempre estaba con una sonrisa allí donde hemos ido. Quizá le dio un arrebato de sinceridad e hicieron público algo que han debido hablar en casa Dani [Rovira] y ella... Pero dudo mucho de que vayan a dejar de hacerse todas las fotos que les pidan”.
Ahora mismo, Mario y Berta Vázquez son fotografiados con frenesí cada vez que se dejan ver juntos. La relación personal que surgió durante el rodaje de Palmeras en la nieve se ha convertido en un gancho comercial más para su promoción. Y Casas está manejando con total naturalidad –que en otros momentos no ha mostrado– el interés mediático que despierta su relación. “En realidad, las cosas que leo últimamente tienen que ver con el hecho de que estamos con la promoción de la película. Ya sabes cómo es esto, me quieren preguntar por Berta y me dicen ‘¿Estás feliz?’, y de su pregunta hacen el titular. ¿Qué voy a hacer? ¿Ser un borde y no contestar? Pues sí, estoy feliz, y el titular que sale publicado es ‘Estoy feliz con Berta”. Se ríe mientras juguetea con el paquete de tabaco que acaba de sacar del bolsillo, parece que ya va teniendo ganas de echarse un piti. Volviendo al interés por su relación, sigue apostando por el modo zen. “No voy a luchar contra algo que sé que va a pasar. No te voy a hablar de mi vida personal, ni te voy a contar si estoy mejor o peor, pero si me preguntas si estoy feliz, sí. Utiliza como quieras esas palabras. Si lo llevas todo con naturalidad y relax vas a tener menos complicaciones”.
No oculta los nervios por el modo en que pueda funcionar en taquilla Palmeras en la nieve, que ha logrado cinco nominaciones a los Premios Goya, entre ellas a mejor dirección artística, dirección de producción y canción original. “Es una película hecha para gustar al público”. Quienes la vean se encontrarán con un Mario Casas muy distinto al de Mi gran noche, de Álex de la Iglesia. “Es lo que cualquier actor desea: que le ofrezcan cosas muy distintas unas de otras”.
En 2016 tendremos nuevas oportunidades de seguir este viaje sin retorno de Mario: en Los 33, de Patricia Riggen –donde interpreta a un minero–, Toro, de Kike Maíllo –en la que da vida a un ex convicto–, y Contratiempo, de Oriol Paulo –donde será un empresario de éxito–. “Estoy en un proceso de búsqueda, de jugármela y hacer cosas muy distintas unas de otras. A veces saldrán bien, otras mal, pero hay que tirarse a la piscina. Es la única manera de aprender. No hay que conformarse nunca”.
FOTOS: TIAGO PRISCO
ESTILISMO: MARTA PARÍS
MAQUILLAJE Y PELOS: ÓSCAR (TÖN VANGARD · BARCELONA) PARA SCHWARZKOPF PROFESSIONAL
AYTE. FOTOGRAFÍA: ANDRÉS ALBADALEJO
MAKING OF: CRISTAL SAINTS
AGRADECIMIENTOS: HOTEL AXEL (BARCELONA)
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