Huele a 'Memorias de África', a 'El Paciente inglés'. A gran historia de amor en un momento en el que los conflictos sociales, políticos e interraciales lo hacen imposible. Huele a Oscar. Adriana Ugarte y Mario Casas se asustan un poco cuando se lo dices porque saben que sí, que han hecho algo muy grande. 'Palmeras en la nieve', basada en la novela homónima de Luz Gabas, se ha rodado en tres continentes distintos, seis meses de rodaje, un año de postproducción, cerca de mil imágenes digitales, diez millones de euros de presupuesto, decorados tan impresionantes como la construcción de la mítica Sampaka como lo haría Isak Dinesen al pie del Kilimanjaro, y todo para describir, a través de unos personajes que se meterán en las venas del público, un hecho histórico tan desconocido como atractivo y exótico: la vida y huida de los españoles de la colonia africana, de Guinea Ecuatorial.
Casas y Ugarte serán el pasado y el presente de esta historia que los confirma como los actores más prometedores de su generación y aunque se estrenará el próximo diciembre, Lecturas ya ha tenido acceso al visionado de cinco minutos de metraje y ha podido entrevistar a los protagonistas.
¿Qué se siente cuando se dice que sois los actores más aventajados de vuestra generación?
- M. ¿Cuándo? ¿si? ¿De mí?
- A. ¿Aventajados como afortunados?
Venga, va. Si lo sabéis todo el rato, que sois garantía de éxito y los mejores de la clase.
- M. Va, eso son rachas. Yo creo que no.
- A. Que somos muchos. Que hay mucha calidad en nuestra generación. Lo que pasa es que hay una peli o una serie que de repente te da notoriedad, pero cada uno está ahí porque lo vale, porque ofrece una cualidad, un material emocional que otro no tiene. Creo que todos tenemos un aroma o un perfume único, que no hay mejor de la clase. No queremos ser el mejor de la clase. Me da miedo. Si lo hay no quiero serlo yo.
- M. Es más suerte. Que estamos teniendo la suerte de poder hacer papeles, de que se nos ofrezcan proyectos de magnitud... A eso solo se puede decir gracias.
Tú Adriana ya estás rodando con Almodóvar ¿no?
- A. Estamos aún de ensayo, de pruebas de maquillaje, de peluquería...
¿Serás rubia?
-A. Estoy super rubia. Supongo que sí. Y con el pelo corto... Creo.
- M. Te va a marear (risas). No puede hablar (risas)
Ya imagino que los rodajes de Almodovar son mudos, como Belinda.
- A. Empezamos a rodar en mayo y si pudiera te contaría todo todo y todo, que estoy encantada, pero no puedo.
Se te ilumina la cara...
- A. Es que estoy mas que entusiasmada. Si hay una palabra después de entusiasmada, esa es la mía.
Y tú, Mario acabas ya el rodaje de Mi gran noche. Como te veo tan rapado al final, aquellas fotos tuyas a lo Bisbal.
- M. Nada, solo fotos, llevé pelo liso.
¿Divertido?
- M. Mucho. Me lo he pasado bomba como cantante latino de moda con miles de fans loquitas por mí. Una joyita de Alex.
Pero eso te pasa sin ser cantante...
M. (risas)
Y más con el músculo que has echado...
- M. Ya se ha caído. Todo ha vuelto a su ser. Es que tenía que ser un toro para hacer de Toro. No podía ser bambi.
- A. Menudo es Mario. Es impecable. Jolín. Se ve así con ese rollo como de lúdico y cachondete y luego es alemán el tío. Una disciplina férrea.
- M. Y tu psicología, ¿qué? Eso si que es un lujo.
Adriana, tú eres los ojos del presente en 'Palmeras en la Nieve'.
- Interpreto a Clarence, la sobrina de Kilian, el personaje de Mario. Y Clarence me sedujo desde el principio. Me atraía mucho la idea de meterme en la piel de una persona que se muestra siempre dentro de una coraza de fortaleza y seguridad, pero a la vez que esa coraza estuviera tan mal diseñada, que fuera tan frágil. Lo de poder combinar esos dos mundos, el de la vulnerabilidad y el candor con esa coraza para moverse por el mundo, me daba unas herramientas, un lenguaje muy interesante para construir a Clarence. Porque lo mismo que le facilitaba vivir, la convierte en una presa de si misma y le impide ser feliz. Eso, jo, te hace tener un viaje a todos los niveles. Guinea es el de fuera, pero por el que descubre el de dentro, o sea, por qué su familia es su familia, por qué podía esperar tan poco de su padre, por qué tiene esa relación tan extraña consigo misma, por qué no es libre... Y también va a descubrir lo excitante, lo mágica que fue para su tío y su padre Guinea, una magia que les terminó atormentando hasta el final de sus vidas. Y las respuestas a lo que busca las va a conseguir con muy poco. Casi sin palabras. Le va a bastar el aroma de esa tierra para darse cuenta de que puede pasar de ser una mujer encarcelada a una mujer libre. Es una mujer que busca ser luminosa y eso me genera mucha ternura.
Tú, Mario, eres el pasado
- Sí, yo soy Kilian. A través de mí se narran los veinte años que pasan por encima a los personajes. Eso ha sido muy interesante porque tenía que componer a un hombre desde la inocencia, desde un Kilian que vive con su madre y con su hermana en las montañas, entre la nieve, que no ha salido nunca de ahí y que con 18 años empieza una aventura de búsqueda, de conocimiento, de aprendizaje en todos los sentidos que culmina cuando él ya tiene 40.
O sea, que has ido desde una edad que conoces a otra a la que todavía no has llegado ¿no?
- Eso me preocupó cuando leí el guion. Me fascinó tanto como se me mostró como un desafío. Kilian significaba volver a vivir mis 18 y hacer todo un proceso vital hasta una edad a la que yo no he llegado. Ha sido un enorme placer ese proceso. De leer y releer mi personaje casi tres meses, con él sobre la mesa, destripándolo, de leer entre líneas para saber por qué decía esas cosas, por qué hacía estas otras. Creo que es el personaje más bonito que me han regalado hasta ahora, el que cualquier actor se mataría por interpretar.
¿Veremos de manera lineal ese crecimiento de tu personaje?
- M. Es la historia de una vida pero con muchos huecos. Kilian va creciendo en la película, pero los saltos al presente y los saltos futuros hacen que cuando el espectador se vuelve a encontrar con él, hayan pasado cosas que no ha visto, que lo han cambiado, que lo han hecho madurar de una manera concreta, pero es que yo tampoco sé qué ha pasado. Eso es lo que yo he tenido que trabajar como actor. Recuerdo que cuando supe del proyecto, dos años antes de que se empezara a rodar, cuando me leí la novela, sabía que eso era lo que más me iba a enganchar a Kilian, lo que me iba a emocionar. Creo que va a ser una película que se va a meter en las venas del público.
Y mega producción. Diez millones de euros...
- A. Es que es una peli muy complicada. De dos horas y media de duración.
Y dura
A. Más que dura, intensa.
M. Ha sido dolor gusto
A. Como una guerra dulce de llevar. Porque está llena de contrastes. Y es vertiginosa para los personajes y para nosotros. Había momentos en que íbamos a la selva, grabábamos. Cogiamos otro avión, hasta la costa, grabábamos. Empalmábamos dos aviones... A nivel logístico, una paliza pero, oye, somos actores, es duro, pero te da capacidad de adaptación que eso nunca viene mal.
Un viaje en todos los sentidos ¿no?
M. En todo. En lo personal, en lo profesional y en la ficción, No paran de pasar cosas. Pasan todo el tiempo, hasta el tiempo pasa fugazmente, para atrás, para adelante. Tiene ritmo. Y en el alma de los personajes, igual. No es una peli soft. Pasan tantas cosas que la historia atrapa a los personajes y atrapará al público.
Teniendo en cuenta que también se trata un tema casi desconocido, el de los españoles en Guinea. ¿vosotros sabíais de este asunto?
- M. Uy, yo, del colegio. Del mapa del colegio. Lo típico.
- A. Es que si no te ha tocado directamente, es algo que suena a muy lejano. Y sin embargo hay españoles que vivieron eso. No se sabe casi nada de lo que ocurrió allí. Yo, después de rodar, he empezado a saber de historias, a descubrir gente, muchísima, que tuvo ese vinculo, pero yo no sabía nada. Que sucede casi al mismo tiempo de cuando los españoles se iba a Alemania a trabajar, sin embargo, los que fueron a Guinea son todo un enigma.
- M. Y lo que pasaron fue tela, que eso sale en la peli, llegó un punto en que tenían que salir del país o si no los mataban. Muy fuerte.
¿Sabéis que es la típica peli que gana un Oscar no?
- A y M (risas)
- A. A nivel imagen es muy potente. Es muy rica. Muy estética. Tiene esa lucha entre blancos y negros, ese choque entre pasado y presente. Y hay mucho contraste además entre una época y otra. El pasado parece un plato cocinado a fuego lento, exquisito, mientras que el presente es carne cruda. Y esa mezcla, esa combinación de sabores, es explosiva. De descarga de adrenalina.
Eso os ha impedido coincidir entonces en el rodaje, los dos tiempos que os separan ¿no?
- M. Hemos coincidido en las localizaciones, claro, pero escenas, ninguna. Eso era chulo porque ibas coincidiendo con personajes que salían después que tú que te hacían entender tus escenas posteriores o anteriores y terminabas diciendo: o sea, ¿éste era no sé quien? Ahhh, ahora entiendo tal o cual o, este lugar se queda así cuando era de aquella manera. La emoción y lo visual de la peli es brutal.
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