martes, 10 de febrero de 2015

Alex de la Iglesia se va al cine con Raphael

No es fácil dilucidar quién está más feliz, cuál de los dos está más seducido y entregado al contrario. Las risotadas de Álex de la Iglesia alegran el rostro de Raphael, orgulloso de este paso que está a punto de dar, su vuelta al cine. El director bilbaíno ha conseguido que el cantante regrese a la pantalla grande después de 40 años. Será en Mi gran noche, la película que De la Iglesia comienza a rodar en febrero, en la que también participarán Carlos Areces y Pepón Nieto. Raphael será Alphonso (también con ph) e interpretará a un cantante egocéntrico y sádico que quiere ser el primero en intervenir en la grabación de un programa televisivo de fin de año. Una grabación que tiene lugar meses antes, en otoño, en un estudio de un polígono industrial, con un calor horroroso, y en el que unos 300 figurantes, vestidos de gala, lujosos trajes de noche y smoking gritan “Feliz año” y tienen que demostrar que están felices aunque no lo estén. “Una de las cosas que más me obsesiona como director”, dice Álex de la Iglesia, “es la fiesta falsa, la de que todos somos felices y es todo mentira pero hay que seguir manteniendo el tipo, aplaudir y no parar de reir. Soportar una situación insostenible con la alegría de un figurante”.


El encuentro del director y el cantante, un domingo por la mañana en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, viene de lejos. De la admiración de De la Iglesia por el que considera el “Frank Sinatra español”, ídolo desde la niñez. “Mi cine tiene mucho que ver con las cosas que me obsesionan, que me enloquecen y me apasionan, también que me angustian o preocupan de mi país. Todo lo que he vivido se ve en mis películas y para explicar un montón de cosas de España necesito a Raphael”. Pues ha llegado al momento. El flechazo surgió con Balada triste de trompeta, el filme que De la Iglesia rodó hace cinco años. Entonces el realizador utilizó una actuación grabada del cantante en los años setenta para interpretar el tema que daba título al filme, sin atreverse a llamar a su autor y pedirle su participación —“Me daba terror por si me decía que no”—. Cuando Raphael vio el resultado le dijo: “Pero, ¿cómo has hecho esto sin mí?” y le propuso, medio en broma, medio en serio, que escribiera un guion pensando en él. “Es un papel absolutamente inesperado”, se carcajea De la Iglesia. “Es difícil imaginárselo en un personaje como el que he escrito para él, aceptándolo ha demostrado una gran generosidad, valentía y carácter”, añade el director, ante un rendido artista, que ya con el guion en la mano, buscó un hueco en la gira mundial de su último disco De amor y desamor. “Siento que con este papel rompo muchas convenciones. Es algo que no había hecho hasta ahora. Estoy especialmente ilusionado con hacer reír a la gente, me encanta esa idea. He hecho mucho cine pero tengo unas giras tan interminables que es difícil encontrar un hueco”. El cantante de Linares (Jaén) debutó en el cine en 1963 con Las gemelas, apenas un año después de ganar el Festival de la Canción de Benidorm. Mario Camus y Vicente Escrivá son los directores con los que Raphael ha trabajo en más ocasiones (tres películas con cada uno). La mayoría de estos títulos giraban en torno a la figura del propio cantante. Su última participación en el cine data de 1975 con Rafael es Raphael, de Antonio Isasi-Isasmendi.

Y frente a todas las incertidumbres que aparecen siempre cuando de hacer cine se trata, De la Iglesia está más seguro que nunca, al menos con la elección de este símbolo de la canción española a quien le ha ido a ver en los conciertos. Allí se ha topado con un tipo “más espectacular que nunca” y con el sentimiento “formidable” de mucha gente ante algo que forma parte de sus vidas. “Son momentos míticos que forman parte ya de una iconografía”, añade exultante. A Raphael tampoco le atenaza ningún miedo. Todo lo contrario. “¿Temores yo? Ninguno. Yo llevo poniéndome delante del público años. Mi imagen es irrompible. Lo que sí va a ser rompedor para el espectador de la película es que van a descubrir que este artista también tiene sentido del humor”. A su lado, el director suelta: “Eso es lo maravilloso. Raphael es un individuo que nos supera a todos. Lo único que puedo hacer yo es subirme al carro de un tipo como él que tiene la capacidad de contar y hacer cosas nuevas. Si quieres ser moderno en este país tienes que hacer una película con Raphael. Mientras nosotros nos estábamos haciendo los modernos, él ya estaba en los escenarios de Broadway. Creo que si este señor y yo nos divertimos vamos a conseguir que la gente se divierta. Raphael forma parte de mi vida, pero no de manera exterior, sino que es algo que está dentro de mí. Para bien o para mal, te guste o no, este hombre está dentro de cada uno de nosotros”.

Algo está cambiando en la posición beligerante que el director de El día de la bestia, La comunidad o Las brujas de Zugarramurdi ha mantenido, confiesa, con respecto al cine español clásico, el que ha conformado la generación inmediata a la suya. “Siempre he sido muy beligerante y he defendido el cine de género frente al cine de autor, la comedia frente al drama o el cine de taquilla frente al de festival. Haciendo Balada triste de trompeta, me di cuenta de que todo es mentira, de que dentro de ti existe también ese cine, de que yo no soy nadie sin el cine de Borau o Mario Camus y tantos otros. No puedo imaginar la vida sin Cria cuervos [de Carlos Saura], o sin La familia de Pascual Duarte [de Ricardo Franco]. Ahora, en este momento, lo único que puedo hacer si me encuentro con Mario Camus es darle un abrazo y rendirle mi agradecimiento. Es un tipo que forma parte de mi vida. Lo mismo me ocurre con Raphael. Son tipos increíbles. ¡Dios mío! ¡Voy a hacer una película con este hombre!”.

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