jueves, 19 de diciembre de 2013

La revista Shangay entrevista a Mario Casas

SHANGAY EXPRESS: Es brutal lo que hace una barba poblada para que parezcas otro en Ismael...
MARIO CASAS: Pues sí, una barba de dos meses, que me hace parecer bastante mayor. Nunca antes la había llevado porque no me gusta cómo la tengo, no es cerrada, parece sucia... Ahora me han vuelto a pedir que no me afeite para la película que voy a rodar [Los 33, basada la odisea real de los mineros chilenos que quedaron atrapados durante 70 días en el yacimiento San José, y en la que compartirá protagonismo con Antonio Banderas y Rodrigo Santoro]. Entre la barba, el pelo y la cojera se me ve muy distinto, físicamente cambiado, y eso me motivaba mucho como actor.

S.E: ¿Qué pensabas al verte caracterizado ante el espejo?
M.C: Solo veía al personaje; me convertí en él durante todo el rodaje. Nunca antes otro me había obligado a hacerme tantas preguntas a mí mismo, y me dio mucha pena despedirme de él. Cuando terminé la última secuencia cerré los ojos y le dije adiós... Pienso convertirlo en un rito para mis próximas películas. Marcelo y Belén [Rueda] me decían a veces: "¡Que aparezca ya Mario, por favor!" [risas]. Y es que a Belén muchas veces le pinchaba como si fuera el personaje. Desde los ensayos creamos los dos una relación irónica que nos ayudaba a los dos para meternos en situación. Siempre nos tirábamos puyitas, lógicamente no reales, porque Belén es maravillosa y nos llevamos muy bien. No se me ocurre otra actriz que hubiese podido encarnar a Nora.


S.E: Los protagonistas masculinos de esta película son los que más sufren, se ven especialmente vulnerables.
M.C: Creo que las mujeres están más acostumbradas a sufrir y a enfrentarse a según qué cosas. A nosotros, en ocasiones, se nos presenta de golpe un problema que las mujeres que nos rodean lo llevan tiempo viendo venir. En el caso de esta película, se muestra a mujeres fuertes, heroínas que son luchadoras natas, y es algo que me parece muy bonito, y para ellas como actrices, más. Igual que lo ha sido para mí interpretar a Félix, con un mundo interior muy fuerte, con muchas capas y su desgarro vital, porque tiene el corazón roto; ha sido un personaje muy interesante de crear.

S.E: Su fragilidad me recordaba por momentos a la de tu Toni en Mentiras y gordas.
M.C: Puede ser. Cuando se abre a los demás es pura sensibilidad, como era Toni. Mirando atrás, es uno de los personajes de los que más contento estoy. Y tengo en común con ellos más de lo que pueda parecer, porque también soy un tipo muy sensible. Lo que pasa es que uno intenta siempre ocultar a la gente sus debilidades y sus miedos. Por eso me gusta poder abrirme en películas como estas y mostrar mis emociones.

S.E: A un nivel más frívolo, Ismael también supone la película en que más vestido sales de tu carrera...
M.C: Este año, en general, he conseguido salir mucho más vestido de lo habitual, y parece que lo que viene será parecido. Aunque no me importa cuando lo que toca es lo contrario, y ojalá pueda seguir haciéndolo con 40 y con 50 años. Quitarse la camiseta es parte del espectáculo, y lo que exige un tipo de público concreto. Llegó un punto el año pasado que los primeros que me vacilaban con lo de salir siempre sin camiseta eran mis colegas... Es parte de un proceso, y de la profesión, y pienso seguir haciéndolo.

S.E: Sí apuestas por rodar películas cada vez más variadas. Y no dudas en seguir presentándolas todas a tus clubs de fans, como has hecho con Ismael cuando ha tocado.
M.C: Es que esos fans, llegado el momento, votaron por La mula en los premios Neox [nombrada mejor película], y eso significa mucho para mí. Mucha de esa gente me manda continuamente cariño y fuerza, y está creciendo conmigo; los hay que me siguen desde [la serie] SMS. En redes sociales no soy dado a exponerme, porque no me gusta, pero cuando tengo la oportunidad de agradecerles su apoyo, como cuando en un pase especial de Ismael viene gente de mis clubs de fans de toda España sí es un buen momento para estar con ellos.

S.E: Eduardo Noriega recordaba recientemente desde estas mismas páginas que una de sus experiencias profesionales más intensas fue con Marcelo Piñeyro, en Plata quemada.
M.C: Fue una de las películas que vi cuando supe que iba a trabajar con él, ya antes conocía Kamchatka y El método. La primera vez que comí con él me encontré a un tipo apasionado, que tenía muchas ganas de trabajar conmigo y hacerme dar un paso adelante hacia la madurez, y lo único que tuve en mente a partir de ese momento era que no le quería defraudar. Fallar a la gente que me da las oportunidades, y al público, es lo que más temo... Juan [Diego Botto], que trabaja cada dos por tres con él, me dijo: "Ya verás como si te vuelve a llamar para hacer cualquier personaje, por corto que sea, lo vas a querer hacer". Tenía toda la razón.

S.E: ¿Te veías como padre cuando te leíste el guion?
M.C: No me lo planteé así. Me dejé llevar por la historia de Félix tal cual se cuenta, y como Marcelo quería que lo hiciese. Porque él no se ha planteado ser padre, a él le aparece de repente un niño de ocho años que es su hijo, y es quien le va a enseñar a serlo.

S.E: ¿Tú eres de huir y refugiarte en algún sitio recóndito cuando tienes un problema grave, como tu personaje?
M.C: Sí. Me refugio siempre en mi gente, lo mismo me da que sea en el campo o en Madrid. Me apoyo siempre en personas, no en lugares, y busco su energía y su aceptación, así me ayudan a estar tranquilo y feliz. Soy muy de huir cuando algo me asusta, y ahora intento aprender a afrontar las cosas en el momento y no guardarlas y hacer una bola. Porque si no, cuando esa bola se rompe lo hace por tantos sitios que es difícil volver a construir cosas. Poco a poco aprendo a dar la cara cuando hay que hacerlo.

S.E: Desde que estrenaste Grupo 7 se repite la misma circunstancia cada vez que estrenas película: a muchos les sorprende tu trabajo. ¿Eres consciente?
M.C: Sí, algo me llega. Aunque procuro no leer nada de lo que se publica sobre mí, ni para bien ni para mal. Porque intento seguir mi camino para demostrarle a la gente que puedo hacer esto. A la gente que me sigue y a mis compañeros. Me gusta cuando se me acercan actores ya consolidados, no de mi generación sino más mayores, y me dicen: "Creo que vas por buen camino, chaval". Se me ponen los pelos de punta cuando pasa. Aunque al momento te digan lo que realmente querían comentarte: "Cuidado, no dejes de trabajar, porque esto igual que viene se va, y habrá momentos malos como los hay buenos". Por eso quiero ir poco a poco y con buena letra.

S.E: Este año lo acabas con un nuevo subidón...
M.C: Ya ves. Aunque en realidad el año bueno para mí fue el pasado, que fue cuando estuve trabajando en las películas que se han estrenado en este (salvo La mula, que la rodé hace cuatro años ya). Este ha sido más de promoción y de estrenos, que es otra cosa... Poder trabajar con Álex [de la Iglesia] y con Marcelo fue increíble.

S.E: Y pronto volverás a trabajar con Fernando González Molina [Tres metros sobre el cielo, Tengo ganas de ti], el director que más guapo te saca siempre, en Palmeras en la nieve.
M.C: Tengo muchas ganas. Es un proyecto superbonito, una historia de aventuras y amores imposibles, con una pasión terrenal salvaje incluida, que se cuenta a lo largo de quince años, en los que mi personaje cambia muchísimo. Es un personaje al que no dejo de darle vueltas, porque en realidad son tres en uno. Es una película con la que Fer va a ir más allá y podrá demostrar de nuevo el pedazo de director que es. Estamos los dos ansiosos de volver a trabajar juntos. Y como para Los 33 voy a tener que adelgazar un montón, en cuanto la acabe tendré que volver al gimnasio seguro. Siendo una película de Fer, y siendo un personaje tan terrenal y salvaje, algo voy a tener que enseñar seguro, será necesario, y lo entiendo.

S.E: Luego se te plantea otro año muy potente por delante.
M.C: ¡Y tanto! Porque se me plantean retos que me obligarán a jugármela. Pero la carrera del actor se basa en no estancarse y estar preparado para equivocarse unas veces y acertar otras... Es algo que al final tiene su recompensa.

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