Mario Casas fuma durante la entrevista. No, él cumple siempre la Ley. El suyo es un cigarrillo electrónico de esos tan polémicos y tan oscuros y tan serios. Casas dice que lleva unos días tirando del pitillo falso y que, de momento, los de verdad están más o menos olvidados. Guapo (una novedad, ya ven), en vaqueros y entusiasta, habla de «Ismael», su nueva película, que estrena el 25 y donde interpreta a un joven que, de pronto, se entera de que tiene un hijo de ocho años. El que está ahora a punto de entrar (me refiero a 2014, no a un posible bebé de Casas, tranquilas) va a ser suyo, porque la cinta de Marcelo Piñeyro ratifica, por si alguien no se había enterado aún, que se trata de un sólido actor más allá del multitudinario fenómeno «fan».
-La última vez que hablamos estaba en el Festival de Málaga, creo que en 2009, y andaba un poco agobiado con la persecución de las niñas. A usted le pasa como antes a Miguel Ángel Silvestre, que por donde pisaba no volvía a crecer la hierba por las numerosas huellas de las admiradoras...
-Bueno, creo que la clave radica en que uno debe saber siempre dónde está, dónde le toca en cada momento, y has de modificar un poco tu vida. Los certámenes cinematográficos son citas puntuales sólo tres veces al año. Y es normal que los compartas con quienes te siguen y no tomárselo de forma negativa, aunque a veces existen situaciones que se complican difíciles de sobrellevar.
-Asistió con su novia, María Valverde, al primer pase de «Ismael». ¿Cómo se vio en la pantalla?
-Bueno, te confieso que la primera vez que un actor ve una de sus películas le resulta imposible analizar la historia, el conjunto, únicamente te estás viendo a ti mientras piensas cuánto te costó esta o la otra escena... Y las cosas malas saltan a la vista más que las buenas. Yo las visiono siempre dos veces por ello, y la segunda es cuando la disfruto en realidad y puedes valorar lo que el personaje aporta a la cinta, lo que cuenta de sí mismo. Esa ya la disfrutas junto a tu gente, aunque al final ellos son los más críticos...
-Ya ha crecido, es padre en la ficción. ¿Tuvo muy en cuenta ese detalle al «construir» a Félix, su personaje?
-Como se trata de un padre atípico, porque ignora que lo es durante tanto tiempo, fue algo que no pude plantearme para preparar el papel, aunque te haces unas preguntas distintas cuando lo eres o en el instante en que lo sabes. Sin duda, descubres una serie de emociones distintas. Sobre todo, he ideado a Félix desde las entrañas, y creo que le doy al espectador una imagen mía que ha cambiado. Además, he tenido la suerte de que Félix tenga barba y cojee, porque de esa manera el cambio es mayor.
-«Ismael» supone un nuevo cambio, y bastante importante, en su carrera tras títulos como «Tengo ganas de ti», «Fuga de cerebros» o «Grupo 7».
-Sí, es más intimista, y, los personajes, más adultos. Se cuestionan temas que otros míos anteriores no. Cumplir años te permite eso, dar vida a hombres que han madurado ya.
-E «Ismael», que transcurre entre Madrid y Barcelona, es una cinta apta para todos los públicos.
-La película me parece como la vida misma, por eso te identificas con ella en tanto eres padre, madre o tienes pareja... Plantea preguntas que pueden surgir en todas las familias. Habla de amar, de querer, si entre sus componentes se dicen lo que deben y tú a ellos. Es una cinta que puede tocar y llegar a diferentes generaciones y a un público de cualquier edad.
-Su madre en el filme, que encarna Belén Rueda, apenas tiene relación con Félix, que vive lejos, solo, marcado por una ruptura sentimental.
-Es un tío emprendedor, simpático, pero cuando habla con ella se viene abajo con una sola palabra.
-De hecho, «Ismael» trata sobre unas relaciones paterno-filiales bastante deterioradas o inexistentes por unos motivos u otros.
-En efecto. Y de que hay que afrontar los problemas como seres humanos, como sociedad, no dejarlos atrás, porque acaban convertidos en una enorme bola y se hace algo cotidiano, con lo que, para mal, aprendes a vivir...
-El director Marcelo Piñeiro es autor de varios títulos bastante reconocidos por crítica y público, como «Plata quemada». ¿Qué tal el trato con él?
-Conozco bastante bien a los argentinos y son muy profesionales, en todo ponen mucha pasión. Durante el rodaje de este filme daba la sensación de que se trataba de la primera película de Marcelo por la intensidad que le inyectaba. Tiene las cosas muy claras y sabe lo que quiere de los personajes, quiénes son, los construye durante los ensayos para que luego encuentres tú el camino. Su manera de trabajar es especialmente participativa, y que improvises le encanta. Fue un rodaje tranquilo.
-En efecto, porque lo de las carreras de motos de «Tengo ganas de ti» fue más complicado... Tiene pendiente de estreno «Palmeras en la nieve», de Fernando González Molina, y comienza ahora el rodaje en Colombia de un filme sobre los mineros chilenos que estuvieron dos meses enterrados. Pero, a usted, ¿qué le gustaría que fuera lo siguiente?
-Una de terror. Anoche vi «Expediente Warren» (de James Wan), y me encantó. Sólo participé en un corto de Balagueró, «Miedo», de 2010, pero no he tocado aún ese palo, y me encanta el género...
-Bueno, «Las brujas de Zugarramurdi» no era una comedia al uso.
-No... Buff, lo que sufríamos ahí Hugo Silva y yo...
-Para la cinta en Hispanoamérica deberá perder peso, lo digo por su temática. ¿Le cuesta?
-Sí, ya nos han comentado que debemos adelgazar. Para mí no es problema, me pongo a correr y ya está, aunque tampoco te puedes volver muy loco con ese tema y sí hacerlo con una persona cualificada, un dietista, para no destrozarte el cuerpo.
-Recuerdo en ese sentido al Christian Bale de «El maquinista», que estuvo a punto de padecer una severa malnutrición. Se le veía fatal al pobre.
-Es que sólo comía una manzana al día. Bueno, yo lo haría también... A veces hay cosas que no me dejan llevar a cabo los directores. Yo, por un personaje hago lo que sea, me encanta ganar peso, o perderlo, y los retos y la acción. Hacerlo todo mientras no sea realmente peligroso, por supuesto.
-Hablemos de la eterna crisis del cine, actualmente más acusada. Recientemente varias salas decidieron bajar el precio de las entradas y los resultados fueron buenos. ¿Qué le parece la idea?
-Pienso que es una iniciativa que la han llevado a la práctica por algo, ya se demostró meses antes que fue positiva. No sé qué medidas se pueden tomar, aunque ojalá sea una que fije el precio en una cifra que no sea imposible. Porque ir al cine no es sólo ver la película, para mí, a los 14 años, significaba hacer la cola, como una ley de vida, ibas con amigos... Ojalá que con ello todos ganemos y no se considere un lujo.
«Los hombres de Paco» tuvieron la culpa
Sólo tenía 19 años (actualmente está en los 27) y hablamos de la serie televisiva «Obsesión». Claro que la enloquecida fama entre las chicas no le llegaría al actor nacido en La Coruña hasta intervenir en otra ficción, «Los hombres de Paco» (2010), que no haría sino reforzarel éxito, entre el público más adolescente, de la enloquecida comedia «Fuga de cerebros» un año antes. «Tres metros sobre el cielo» y «Tengo ganas de ti», aclamadas adaptaciones de los «best-sellers» consebidos por Federico Moccia, acrecentaron sensiblemente el número de fans en loca persecución tras los pasos del intérprete, que, aunque dice llevarlo bien, reconoce asimismo que a veces existen algunas situaciones un tanto exageradas. Mientras, él afianza su carrera con trabajos como «La mula», «Las brujas de Zugarramurdi» (por los que opta a dos premios Feroz en tanto actor principal y secundario, respectivamente), «Grupo 7» y, claro, este «Ismael», del que tan orgulloso, y con motivo, se siente.
«Los 33» mineros de Chile llevan su drama a la pantalla
El derrumbe de la mina San José se produjo el 5 de agosto de 2010 y dejó atrapados a 33 hombres a unos 720 metros de profundidad durante casi 70 días. Todos lograron sobrevivir a pesar de las penosas condiciones que sufrieron: «Sí, me marcho ya a Colombia para hacer la película. También están en ella Antonio Banderas (junto a Juliette Binoche, Martin Sheen y James Brolin). La directora se llama Patricia Riggen, y el rodaje será física y psicológicamente muy fuerte, como comprenderás. Porque esos pobres tipos creían que jamás saldrían de aquel agujero, sin comida, sin nada de beber... Además, me encanta que sea un trabajo así, tan duro», repite Mario Casas, que parece no temerle a casi nada cuando de cine se trata.
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