Esta semana estrena “Contratiempo”, un thriller en el que es protagonista absoluto. Hace tiempo que los incondicionales le pedían que diera el paso a la madurez. Y este puede ser ese momento que todo actor espera que llegue en su carrera. Le sigo desde sus comienzos, pero nuestro trato es más reciente. Con naturalidad, cercanía, ausencia de vanidad y mucho sentido del humor ha sabido conquistarme.
Ya no es aquel joven que lucía torso en la pantalla. Ahora es ya un chico maduro al que le sigue sorprendiendo que su físico sea motivo de titulares en las revistas de cine y que su vida personal siga siendo objeto de curiosidad pública. “Que ocurra eso me ha vuelto más reservado con mis cosas. Y me fastidia porque antes no era así”. En su fuero interno sigue siendo un ingenuo. Y, eso sí, muy gallego…
Mario Casas: Me siento muy muy gallego. Mis amigos me lo dicen siempre. Mi manera de ser, la comida, mi casa, mis padres que son profundamente gallegos. No lo puedo evitar.
The Luxonomist: ¿Y cómo aterriza un chico de provincias como tú en este mundillo?
MC: Supongo gracias a una combinación de suerte, aventura y esfuerzo. De pequeño viví en Barcelona y, con 17 años, me fui a Madrid a buscar la suerte y probar qué podía conseguir. Entré en una escuela de interpretación, comencé a hacer castings y el destino que trajo hasta aquí. Muchos años después, uno se plantea esa pregunta que me haces y no le encuentro una respuesta nítida. Creo que el destino y la suerte hicieron su trabajo. Luego vino el tesón, el esfuerzo y trabajar duro.
TL: Los padres siempre quieren que hagamos una carrera. Se supone que es un aval de seguro de vida ¿Fue un disgusto en tu casa cuando dijiste que lo tuyo era ser actor?
MC: No fue un drama ni mucho menos. Mis padres me han apoyado desde el primer día. Desde pequeñito me ha gustado mucho la publicidad. Hacía pruebas y castings para películas pero, hasta que llegué a Madrid, no tuve esa suerte de que me cogieran. Mis padres siempre notaron que había algo en mí que me llevaba a interpretar. Me gustaba imitar los personajes de “Cruz y Raya” y hacía obras de teatro con mis amigos. A los padres no se les escapa una y creo que ellos fueron los primeros que vieron que yo tenía ganas de hacer algo así. Fueron muy inteligentes porque me dejaron ir y probar.
TL: ¿En el mejor de tus sueños imaginaste que llegarías a disfrutar de lo que hoy tienes?
MC: Jamás y, si te digo la verdad, sigo sin creérmelo. Hay veces que aún me tengo que pellizcar para comprobar que no es un sueño. Es una conversación recurrente en mí, con mi entorno, con mi gente. Sigo sin creerme las oportunidades que me están dando. Cuando uno ha tenido la suerte de trabajar en lo que le gusta, luego vive otra suerte que es la de trabajar con gente a la que admiras. Esa es una de las mejores cosas que me han podido pasar. Poder compartir película con actores como Luis Tosar o Antonio de la Torre, a los que he admirado de siempre, al margen de ser un regalo, es también un privilegio porque yo todavía soy joven y estoy en constante aprendizaje.
TL: En poco tiempo, todas esas experiencias, te han hecho madurar. Mario se ha hecho mayor…
MC: Yo creo que sí, pero ya tocaba. Madurar era el proceso lógico. Yo tenía ya que hacerme mayor y demostrar que me he ganado estar en esta profesión, haciendo este trabajo. Hasta una etapa determinada de mi trayectoria, la gente me conocía por unos personajes de un target más adolescente. No vuelvo la espalda a eso porque soy consciente de que ese era mi camino. Yo tengo la edad que tengo y, en un momento concreto, tenía que trabajar para un perfil de público. Luego, gracias a personajes como en “Grupo 7”, “Mi gran noche”, “Toro” o, ahora, “Contratiempo” me dieron la posibilidad de demostrar que hay un Mario distinto. En ese proceso, que me está tocando vivir ahora mismo, hay que trabajar mucho para no estancarse, no anclarse en los personajes que uno tiene claro que sabe hacer. Creo que hay que seguir abarcando más, hacerme mayor, llegar a más público, a un sector más adulto, a nuevas generaciones de espectadores jóvenes. En ese proceso estoy.
TL: No vuelves la espalda a esa etapa de público adolescente, es cierto. Tu convivencia con las fans y lo que se llegó a movilizar a tu alrededor, ha sido algo digno de estudio ¿A uno le enseñan a gestionar esas situaciones?
MC: Parece un tópico y que quiera quedar bien con lo que te voy a decir pero, al final, esa gente fue la que me puso ahí, en el lugar que ocupaba en ese momento. Yo he vivido episodios increíbles con las fans, etapas en las que las hormonas estaban revolucionadas y las situaciones eran incontrolables, pero era su manera de expresarse y de valorarme. A las fans es un público al que yo le tengo muchísimo respeto. Para empezar porque es la nueva generación de espectadores que van al cine, supuestamente son el futuro, y después porque son las que me han puesto ahí, las que me dieron un sitio. Películas como “3 metros sobre el cielo” me dieron la oportunidad de hacer muchas de las cosas que he realizado después, por eso es un público al que le tengo mucho cariño y creo que se lo tengo que hacer saber siempre que tengo la oportunidad.
TL: ¿Queda algo, en el Mario de ahora, de ese que comenzó de la mano de Antonio Banderas en “El camino de los ingleses”?
MC: Como persona, soy el mismo Mario. En la vida te pasan un cúmulo de cosas y vives una serie de circunstancias, que te van guiando por caminos que acaban por conformar tu personalidad, pero me sigo reconociendo. Profesionalmente sí me siento cambiado. Malo si no fuera así (risas). Tal vez el desparpajo, que tenía antes, el ser más espontáneo, se me ha ido. Al final, trabajas en este medio y todo lo que vas viviendo acaba por transformarte.