miércoles, 23 de diciembre de 2015

Entrevista a Mario Casas en la revista masculina ICON

Nueva York, hace unos meses. Mario ha estado por México y Chile haciendo promoción de Los 33 y yo, en Madrid, acabando la larguísima posproducción de Palmeras en la nieve. Nos reencontramos en la ciudad estadounidense para pasar unos días de vacaciones juntos con unos amigos. Y de paso, disfrutar del anonimato que salir de España le permite. Lo que menos le gusta de su trabajo es “no ser alguien completamente desconocido”. Pero este deseo tampoco se cumplirá en Nueva York. No exagero si digo que al menos 20 personas (españoles, pero también mexicanos, chilenos y argentinos) piden hacerse una foto con él mientras cruzamos el puente de Brooklyn. Allí, y en Times Square, o andando por la Quinta Avenida. Casi en cualquier esquina de la ciudad. No puedo evitar pensar en lo difícil que me resultaría ser él. Sin embargo, Mario se ha hecho mayor, ha crecido, y parece sentirse cómodo en su piel, lejos del conflicto que, hace años, tenía con la desmesurada atracción pública que provocaba. “Al final, la gente que se te acerca es porque te admira y ha visto tu trabajo. Cuando uno es joven y esto le viene de golpe, no se entiende, pero ahora, con 29 años, lo transformo todo en trabajo: pienso que toda esa gente se acerca porque intento hacer bien mi trabajo”.

Me da la sensación de que has aprendido a convivir con toda esta locura.
La verdad es que me encuentro en un momento muy feliz. Ya entiendo lo que pasa y lo que la gente espera de mí. Cuando llegué a Madrid, con 17 o 18 años, mi vida cambió completamente. Tuve que amoldarme a que se me reconociera, que me señalaran, que quisieran hacerse una foto conmigo. Esto, con esa edad, distorsiona. No entiendes lo que pasa. Estaba haciendo lo que me gustaba, cumpliendo mi sueño, pero a la vez estaba dejando de hacer muchas de las cosas que antes podía hacer, y eso produce una ansiedad y una inestabilidad que da miedo.

He sido testigo de muchas de esas situaciones, que llegaron a su máximo nivel durante la promoción de Tengo ganas de ti (2012). Entonces apenas podíamos salir de los hoteles. Recuerdo especialmente una vez durante un Festival de Málaga en el que la seguridad no daba abasto para controlar los intentos por colarse en su habitación, incluyendo un ataque con extintor al ocupante de la habitación contigua. Su tabla de salvación ante tanta locura ha sido replegarse en su círculo íntimo. “En esta profesión se pueden tener muchísimos amigos y conocidos, o no. Y el 'o' no es mi caso. Prefiero estar protegido, con esas dos o tres personas con las que sé que voy a estar tranquilo. Dicen que los amigos se cuentan con los dedos de una mano, a mí me basta con tres dedos”.

Da la sensación de que, en una situación como la tuya, se aprende a convivir con la soledad.
Al final, se ha quedado bastante gente por el camino. Y me he llevado algunas desilusiones. Muchas veces he escuchado de mí, cuando he vuelto a mi pueblo, a Barcelona [nació en A Coruña pero a los seis años se mudó a Martorell]: “Es que Mario está raro, ha cambiado, ya no es el mismo”. Pero es la gente la que cambia respecto a ti, por admiración, por vergüenza o por lo que sea, y lo ves en sus ojos, que ya no te miran como antes. He crecido, claro, pero yo sigo siendo el mismo.

¿Cómo llevas el interés de los medios de comunicación por tu vida privada?
Siempre me lo he tomado con mucha naturalidad. Cuando he visto paparazzi siguiéndome por la calle, muchas veces he hablado con ellos y les he dicho: “Por lo menos, escondeos, que no os vea”. Porque algunas veces viene gente conmigo que no quiere salir, y hay que respetarlo. Lo que pasa es que ese fotógrafo está trabajando. ¿Me gusta hablar de mi vida privada? No. ¿Lo hago? No. Pero si me preguntan si estoy feliz, trato de contestar, porque al final ese periodista está haciendo su trabajo. Miro de respetar a todo el mundo. Es lo que me han enseñado en casa.

Mario admira la carrera de actores como Leonardo DiCaprio, Tom Hardy o el fallecido Heath Ledger: “Era un actor que supuestamente hacía películas para gente joven, comerciales, hasta que hizo Brokeback mountain o el Joker de El caballero oscuro. Me interesaba mucho la carrera que llevaba, cómo demostró el pedazo de actor que era”. Creo que Mario comparte con estos actores la necesidad de mantener cierto halo de misterio sobre su vida, sobre cómo es realmente, y una obsesión por no repetirse, por hacer papeles distintos, alejados de lo que a priori se espera de él.

¿Por qué decidiste dejar de hacer televisión?
A ver, yo amo profundamente la televisión. Es nuestra escuela, y se lo debo todo. Pero es un arma de doble filo y, a veces, según el personaje que hagas, parece imposible que te vean en otro distinto. Cuando estaba haciendo El barco me di cuenta de ese peligro, que la televisión se estaba convirtiendo en una amenaza para mi carrera. Me estaban empezando a ofrecer siempre el mismo tipo de personaje. Ese y el de Tres metros sobre el cielo. Y decidí jugármela. En ese momento no sabía si me iban a llegar cosas distintas, esa es la verdad. Pero aparecieron Grupo 7 y Las brujas de Zugarramurdi, cosas en las que creía. Uno no sabe lo que va a pasar mañana, o el año que viene, pero lo que busco es no conformarme. Al final, es lo que me pone como actor. Colocarme delante de una cámara y decir: “Voy a hacer esto, sé que puedo liarla, que puede quedar fatal y que pueden ponerme a parir, pero sé que, salga bien o mal, voy a aprender”.

Con Palmeras en la nieve nos reencontramos después de tres años sin rodar juntos. Y siento que es la película que nos debíamos. Mario interpreta a Kilian, un joven que viaja desde las montañas del Pirineo hasta Guinea Ecuatorial para trabajar en una plantación de cacao y vivir los convulsos últimos 20 años del país como colonia española. Creo que rodar esta historia ha sido para ambos un viaje emocional tan épico como el de los personajes: “Para mí, esta película ha sido sobre todo una vivencia, es con lo que me quedo, más allá de si es maravillosa o si estamos orgullosos. Es una historia que se me va a quedar dentro para siempre. Como se dice en la película: ‘África se te mete en la sangre’. He querido hasta tatuármela. A mí Palmeras me ha cambiado”.

¿En qué te ha cambiado la película?
Me ha hecho amar mucho más mi profesión. La forma en que ensayamos, durante tres meses, me da la clave de cómo quiero trabajar a partir de ahora. Me ha hecho ponerme el listón muy alto en el nivel de exigencia con las historias, en el de compromiso y comunión. Es lo que quiero en los directores a partir de ahora.

¿Cómo piensas que va a ser recibida la película? ¿Crees que hay prejuicios con ella?
Hay gente que tiene prejuicios hacia ti, y hay gente que tiene prejuicios hacia mí. Y hacia nosotros, como pack. Luchar contra eso ha sido nuestro camino. Palmeras es una película gigantesca, un espectáculo constante. Realmente no sé con qué se puede comparar. Me daría pena que no dejaran que hablara por sí misma.

¿Qué es Palmeras en la nieve para ti?
Un filme sobre el descubrimiento de la vida, sobre el viaje hacia la madurez, sobre el destino y sus consecuencias. Es una historia de varias vidas, de cómo estas sobreviven, de sus relaciones familiares, de amistad. Es un viaje sobre el comportamiento del ser humano. De eso habla. No es una historia de amor, aunque hay varias en la película, y son adultas, maduras y necesarias en el argumento. Este es uno de los prejuicios a los que me refería antes. Cuando se habla de la película sin haberla visto se cae mucho ahí, en “Mario Casas haciendo otra vez de galán”. Y al ser contigo, pues claro, “estos dos vuelven a repetir la fórmula”. Y no es eso. Decirlo es engañarse a uno mismo y engañar al público, que esperará una cosa cuando vea la cinta y se va a encontrar otra.

Mario no se imagina haciendo otra cosa que no sea actuar. “Si en un par de años esto se acabara, intentaría meterme como fuera en algo que tuviera que ver con la interpretación. No sé, director o director de casting. Pero sí o sí acabaría trabajando en algo de esto. Seguro”. Le comento que tengo la sensación de que hacer nuestra película ha sido para él una especie de terapia: “Todas las películas al final son un poco terapéuticas y hacen que bucees dentro de ti. Con Kilian, yo estaba en un momento de cambio. Él es un personaje que quiere vivir, enamorarse, que ama lo que hace. A veces, uno se olvida de estas cosas, que son las más importantes, y se mete en el trabajo, se enfoca solamente en eso. Palmeras me hizo sacar cosas que tenía escondidas, encontrarme un poco. Me removió y me hizo dar un cambio en mi vida. Y ahora, un año y medio después, me encuentro feliz, contento conmigo mismo”. Y se le nota.


Sesión de fotos de Mario Casas para Shangay Spain



El elenco de PELN en la revista Vogue Dic 2015




Mario Casas de fiesta con unos amigos


Contratiempo: Un cadáver en la cama de Mario Casas

Mario Casas se hace mayor. Aún soporta con la sonrisa pícara el griterío de las adolescentes, pero sus personajes crecen con él. El último: un empresario de éxito acusado de asesinato en 'Contratiempo', su debut en el 'thriller', que se rueda este noviembre en el Parc Audiovisual de Terrassa. Un traje a medida que le ha diseñado Oriol Paulo (Barcelona, 1975), que ya demostró su buen tino para el género como coguionista de 'Los ojos de Julia' y con su ópera prima, 'El cuerpo', por el que fue nominado al Goya. Ahora vuelve a otra intriga con fiambre. El personaje de Casas, Adrián Doria, se despierta un mal día con un cadáver en su cama. Es inocente, pero le quieren colgar el muerto. “Es un guion maravilloso que te atrapa desde el primer minuto”, asegura el actor gallego, al que acompañan Jose Coronado, Bárbara Lennie y Ana Wagener en los principales roles. A ellos se suman Francesc Orella, David Selvas, Paco Tous e Iñigo Gastesi.

Paulo apunta en su segundo largometraje, del que firma asimismo el guion, a una intriga con tintes judiciales en la que mantiene la narración fragmentada de su debut. “Me gusta mucho fragmentar las historias, pero esta no tiene nada que ver con 'El cuerpo', es más caleidoscópica y explico de dónde vienen todos los personajes”, explica Paulo durante un descanso del rodaje en los platós de Terrassa, donde se han construido el elegante piso del protagonista y un hotel de montaña de aire retro.

TRAS LA SENDA DE FINCHER

El cineasta se sirve de 'flashbacks' para reconstruir los hechos que desembocan en la presunta culpabilidad de Adrián. Durante el transcurso de una noche, este preparará su defensa con la mejor especialista del país, papel que asume una Wagener de rubia sofisticada. Pero la aparición de un nuevo testigo de cargo amenazará su estrategia. “Yo soy el contratiempo”, desvela Coronado, que repite con Paulo tras componer al torturado inspector de 'El cuerpo'. Ahora es un padre que vive retirado en la montaña y le desinfla el salvavidas a Adrián. A Lennie le toca en suerte ser la amante del joven, una fotógrafa de moda que entre viaje y viaje le visita hasta que “la cosa se tuerce”.

“Siempre busco borrar al actor y que salga el personaje”, apunta Paulo, que ha dibujado unos personajes adinerados y triunfadores, a excepción del montañero. En cuestión de estética, se dejó guiar por ‘Zodiac’, de su admirado David Fincher. Hitchcock se quedó atrás, admite. El que sí avanza es un Mario Casas para el que la película significa “un paso más en su carrera”. “Es el trabajo de construcción de un personaje más denso, con más matices y arcos que he hecho. Adrián es un treintañero emprendedor y muy inteligente que lo tenía todo: éxito, familia, quería comerse el mundo. Y de repente, se le viene todo abajo”. El mayor reto, dice, es el “tú a tú” que mantiene durante una buena parte del metraje con la profesional que intentará salvarle el pellejo. Un ‘tour de force’ que el intérprete ha ensayado a conciencia con Wagener.

INTRINCADO GUIÓN

Lennie, su amante en la ficción, destaca, más allá del puzle narrativo, la mirada del director “sobre la sutileza y el detalle”. “Le da gran importancia a los detalles, lo pequeño cuenta mucho”, valora la premiada actriz de 'Magical Girl', que en los dos últimos años ha vivido la eclosión en los cines tras años de éxitos en la escena de la mano del director Miguel del Arco. 

Coronado, que elogia “el entusiasmo contagiante” de Paulo, comenta que 'Contratiempo' invita al espectador a “convertirse en investigador privado” para resolver el intrincado guion. Director y actores prefieren no dar más pistas sobre una producción que se ha rodado, además de Terrassa, en varias localizaciones de Barcelona y Vizcaya y que concluirá en diciembre en el Vall de Núria cuando la nieve haga su aparición. El joven director bascula la historia entre el mundo urbano, con gran protagonismo de la ciudad de Barcelona, y el rural. “En el trasfondo aparecen temas como la presión social por el éxito, pero ante todo hablo de emociones humanas”.

Entrevista a Mario Casas en MujerHOY

Algunas de sus películas y series le han convertido en el galán e ídolo de las jovencitas. Sin embargo, el director Álex de la Iglesia ha querido ir más allá, encontrando en el interior del atractivo actor al cómico que siempre ha llevado dentro. Si en ‘Las brujas de Zugarramurdi’ ya vimos un esbozo, en ‘Mi gran noche’, nos encontramos con la versión más loca y divertida de Mario Casas.

Corazón ¿Sintió el peso de la responsabilidad cuando recibió la llamada de Álex de la Iglesia para ofrecerle a Adanne, el personaje protagonista? 
Mario Casas Esta película ha sido todo un regalo, pero como te metas en el mundo de ser responsable, ya va mal, hay que disfrutarlo. Yo confío mucho en Álex. Le vendí mi alma para ‘Las brujas de Zugarramurdi’ y en  esta película, no podía decir que no cuando me mandó el guión y vi el ‘look’ que iba a tener. Es un personaje que he llevado siempre dentro. Me apetecía mucho reírme de mí y de situaciones que he vivido con fanes o demás. Me lo he pasado tan bien.

C. ¿Pero ha podido disfrutar tanto como el resto de sus compañeros?
M.C. Claro, yo tenía a los compis hasta arriba porque llegaba por la mañana, me ponía la peluca y era el personaje hasta que me la quitaba. Hugo (Silva) no podía más y me decía que me fuera de su lado. Ha sido duro porque no se basa en querer hacer reír o hacer el payaso, tienes que creerte a este tío y yo lo hice. Yo he visto a gente como Adanne, ¿todos no? En las redes sociales, por ejemplo. Hay cosas que he metido que están por ahí, como lo de formar corazones con los dedos, aunque no voy a dar nombres (risas). 

C. ¿Y Chayanne qué pensará de su personaje?
M.C. Me va a decir: “Ole chaval. Muy bien” (risas). El personaje tiene cosas de Chayanne, pero Poty, que ha sido nuestro coreógrafo, ha creado una personalidad especial, porque no queríamos parodiar a nadie. 

C. ¿Se ha llevado su peluca rubia de recuerdo?
M.C. No, pero me la hubiese quedado para irme a bailar por ahí. 

C. ¿Qué tal la experiencia de tener a Raphael como compañero?
M.C. Muy bien. Me ha sorprendido por lo profesional que es. Se dejó guiar por Álex…  No dijo que no a ningún chiste, como, por ejemplo, en el que se nombra a Julio Iglesias. He aprendido de su profesionalidad y eso de llevar toda la vida y darle igual hablar con quien fuera. Me he encontrado a alguien humano y trabajador. Por eso está ahí. Él entiende muy bien la peli y creo que también le ha venido muy bien. Se quiere reír de sí mismo y lo consigue, porque el espectador sabe que él no es así.

C. Reconozca que alguna vez ha imitado a Raphael…
M.C. En algún karaoke, como todos. Raphael es como nuestro padre. Lleva ahí desde siempre. 

C. A partir de ahora, cuando oiga la canción ‘Mi gran noche’ ¿a qué le va evocar?
M.C. Me va a venir a la cabeza la película entera y, sobre todo, el personaje, Adanne. Lo hemos trabajado mucho y me he convertido en el ‘set’ en otra persona. A veces, hasta Álex me decía que parara. 

C. ¿Qué tal se le han dado los números musicales?
M.C. Yo le dije a Álex que no sabía bailar y él me dijo que no me preocupara porque estaba Poty, que es maravilloso. Al final, nos tiramos a la piscina y salió. Te tienes que creer que este tipo baila así, que es entre grimoso y tierno. 

C. ¿El momento más hilarante?
M.C. El de la espuma, que a Álex le encanta. Hubo un instante en que la espuma subió mucho y los que estábamos ahí metidos no éramos capaces de salir. Pepón Nieto no podía dejar de llorar y toser. Era una feria, un parque de atracciones. Álex y yo tenemos mucha conexión, aunque no tenemos nada que ver.

C. ¿Qué tiene Álex que no tengas otros?
M.C. No sé, pero nos llama a todos y vamos de cabeza. Tiene una energía que parece que todas las películas que hace son las primeras y trata a los actores muy bien. Desprende ganas de trabajar y es increíble escucharlo, porque es culto y sabe mucho de cine.

C. ¿No le vamos a ver próximamente en televisión?
M.C. Han llegado cosas, pero me daba miedo después de ‘Los hombres de Paco’ y ‘El Barco’. La televisión te encasilla mucho y quería, de momento, hacer proyectos de cine porque la tele te quita dos o tres años. Además, he tenido proyectos de cine chulísimos. Sí me gustaría hacer alguna miniserie, que puedes construir un personaje con principio y fin, pero si llega un buen proyecto, que me apetezca, seguro que lo acepto. La diferencia entre tele y cine cada vez va a ser menos, con Movistar y Netflix.

C. En esta película se han reencontrado con dos ‘Hombres de Paco': Hugo Silva y Pepón Nieto.
M.C. Sí, son gente con la que he crecido y siguen siendo los mismos. Me han enseñado muchas cosas y uno no puede bajarse de ahí, hay que seguir al nivel de estos grandes actores y personas. 

C. ¿Se ve dando el vuelco a actor cómico?
M.C. Yo, lo que me propongan. Siempre he tenido un payaso dentro. En el cole, me gusta imitar a Cruz y Raya y a los Morancos con mi mejor amigo. Mi familia y mis amigos me conocen en estos papeles. Me ven más en estos personajes de comedia. Mis amigos con Adanne me vacilaban: “Tienes una cara de ostia”, me decían (risas).

C. ¿En qué otros proyectos le vamos a ver?
M.C. 'Toro', con Luis Tosar, y estoy con otra peli, que aún no tiene nombre fijo, en la que trabajó con José Coronado, entre otros. Es un ‘thriller’ psicológico increíble. Y 'Los 33', que llega a España en enero.